Hace ya cuatro años desde que te encontré por primera vez.
Apenas recuerdo que tu amigo Diego nos presentó. Dice, que estaba seguro de que éramos el uno para el otro.
Que somos un par de pendejos.
Yo no puedo negar que si, que pensé que eras esa mitad que uno puede tardar una vida en encontrar, pero, hace cosa de dos años, que sé que no eres mío.
Hablamos no sé cuantas horas por teléfono y después, llamaste en mi cumpleaños.
Nos vimos unos días después, te acuerdas?
Me regalaste un gato y un abrazo.
Yo juré amarte siempre, y (puta suerte!) lo estoy cumpliendo.
Aún en contra mía.
Hoy te encontré por casualidad.
No te negué que te guardo un poco de rencor, cómo?
Si creo que se me nota incluso cuando te miro.
No, tampoco voy a engañarte diciendo que ya pasó, pero mi vida no gira a tu alrededor.
Hace unos días vi a Diego.
Dice que estás loco.
Que la mayor parte del tiempo estas ebrio y dices tonterías.
No sé por que se sorprende, yo te conocí así.
Te acuerdas cuando me contabas de que un día escribirías un libro y serías famoso?
Yo siempre confié en que lo harías, pero hasta hoy, nada.
Me gusta lo que escribes, creo que así me enamoré de ti.
Me enamoré de ese niño que tenía sueños, del que tenía la actitud para enfrentarse a lo que fuera, del que era organillero en el centro histórico, del que me escribió un poema en mi cumpleaños, del que compartió cama y noche conmigo, del que me besaba con la boca remojada en alcohol.
Sí.
Ese era el que yo amaba.
Dónde lo dejaste?
Si ahora yo no veo en ti más que un despojo, una sombra vaga de un borracho, un triste sujeto que llora lo que no tiene, un amargado que se arrodilla por migajas de amor…
Qué te hiciste?
Por que la culpa no es de ella, es tuya.
Por enamorarte. Por enfermarte así. Por no creer en mí.
Ya me cansé de tus pretextos, de tus quejas, de tu historia.
Pero aún me gusta cuando te sientas a la orilla del colchón y escribes con tus dedos, poemas sobre mi espalda que lees después en voz alta…
No hay comentarios:
Publicar un comentario