Me siento frente a la ventana con mi botella en la mano, le doy un trago y miro hacía afuera…
Hay un pájaro contando sobre el techo vecino y caigo en cuenta que es de día…
Miro a la gente pasando por la calle y me imagino sus vidas intentando olvidar la mía.
Pongo los labios una vez más sobre una boca, que para variar, no me hablará.
Casi esta vacía.
Nunca me he llevado con los vecinos, no soy sociable y soy solo un trozo de algo intentando ser invisible.
Casi lo he logrado.
Me pierdo en mis recuerdos en cuanto escucho “hay amores que resucitan y caminan”…
Quizá por que eso es lo que me dejó con ganas de alcoholizarme y poner la grabadora a todo lo que da…
Ese amor que resucitó.
Fracase una vez más y el volvió para verlo, para reírse y contarme que es feliz… me caga!
Me reflejo en el cristal y me doy cuenta que soy un remedo de la escena más chafa de alguna película de bajo presupuesto… armo con trabajo una sonrisa…
Intento levantarme y las piernas no me responden, es que, se me había olvidado que mi cuerpo me ignora cuando estoy ebria.
Está bien, me quedo un rato más…
No sé cuantas canciones han pasado ya y en realidad no me importa, yo me sé una sola y es la que canto…
El teléfono me mira insistente y decido hacerle caso, lo tomo y marco un numero que me brinca en la memoria..
Hola! Le grito. Estoy ocupado, responde. Cuelgo.
Solo quería decirte que, empiezo a ver que es cierto, que siempre vamos a necesitarnos… carajo! Tenías toda la puta razón!! … le grito a la ventana.
Arranco el cable del aparato y lo aviento lejos, como si eso te lastimara…
Se acabó la botella, la miro y la reviento contra la pared.
No me siento mejor.
Uno a uno me vienen los recuerdos, despacito y con ganas de lastimarme, lo sé.
El primero es de aquel día que me senté frente a ti, me contaste la historia del universo… tres horas escuchándote, un gato que me compraste y una niña que con una sonrisa me unió a ti, el abrazo con que me abrigaste del frió…
Después el beso, el primero, de madrugada y con tequila.
También llega el día de la promesa, el que muera primero, vendrá a decírselo al otro…
Ten miedo de mí, cantaste después.
La tarde aquella que fuiste por mí a la escuela y que mientras caminábamos por la calle propusiste ir a un hotel…
La noche que pasamos en tu casa, el café cuando cumplimos un año, el daño, la disculpa, el olvido, el reencuentro, tu voz en las madrugadas…
Tanto puto recuerdo corriendo frente a mi!
Sí… lo veo…
Me estoy muriendo entre corazones rotos y charcos de olvido…
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