domingo, 27 de octubre de 2013

No.

Sonó el teléfono, dije un “bueno”, lento y torpe…
Era tu voz al otro lado.
Hablabas con ese tono que reconozco, que identificaría aún entre mil gritos, con ese que usabas mientras bien despacio, acababas conmigo…
Hablábamos del pasado, de lo que pudo ser y no fue, de lo que fue y odié, de lo que para ti, nunca pasó.
Después, parecíamos amigos, como si fuesen años de conocernos y como si en realidad, no hubiese habido ese amargo trago.
Incluso me hiciste reír.
Me reí de mí, de lo fácil que es convencerme de traer el pasado de vuelta, de lo sencillo que me resulta creerte cuando dices, que estamos de nuevo en el principio…
Después, inevitablemente, hablamos de ti y de mí (por separado, por que no hay “nosotros”.)
Dijiste que te dolieron mis palabras, que fui cruel.
- no me chingues!. Gritaste.
Yo solo me quedé en silencio.
Era cierto.
El daño que te causé, no era más que poner en práctica una parte de lo que tú me habías enseñado.
- me usaste! Robaste mis palabras, mis dolores, el nombre de níkel, mi miedo a las tres de la mañana…!
- Si. Al menos, serviste para algo, me diste inspiración para escribir, como una maldición,mi mejor historia.
- Me destrozó escuchar tus palabras aquel día. Fue triste ver el dolo de tu intención…
- Si?
- Sí. Date cuenta. Yo nunca he escrito nada que te ofenda, siempre han sido mis palabras dulces, tiernas, cursis si quieres, pero te las regale todas con mi mejor intención, nunca hable mal de ti…
- Yeah. Por que sería el colmo. Nunca te negué nada, siempre te di lo que me pediste, fuera lo que fuera. Camine tras de tus pasos, cuide tu sueño, fui tu sombra, sequé tus lágrimas… y simplemente no puedo decir lo mismo de ti…
Y todo fue verdad. Mis palabras nunca quisieron herirte, pero debías escuchar, igual que tantos “te amo”, que eso, se acabó.
Debiste saber que ella, era lo menos importante, que mi rencor, el que sentí, me lo provocaste tú, nada más…
No te gustó.
Jamás te han gustado las verdades, pero no podía cargar con tus mentiras y las mías, con tus dolores y mis pesares, con tu adiós y mi poca dignidad…
Por eso te lo di todo de vuelta…
Sin decir adiós, colgué.
Supiste, creo que siempre, que así debía ser.
No despedirnos, por que estaremos amarrados aún después de muertos (maldita promesa!).
Solo darnos una pausa, una nueva, larga y quizá, eterna…

No hay comentarios:

Publicar un comentario